María Santísima de los Dolores
La imagen de la María Santísima de los Dolores procede de una Esclavitud de Siervos de María que ya existía en el siglo XVIII (1718) en la Parroquia de San Vicente. Se situaba en un retablo del lado derecho de la Capilla Sacramental. Su propia advocación alude a la Virgen como Corredentora del género humano, ya que en su corazón purísimo sufrió los dolores que su Divino Hijo padeció para redimir al hombre. Alejandro Guichot en 1925, atribuyó esta Dolorosa a Blas Molner (fines del siglo XVIII), discípulo de Cristóbal Ramos.
Juan Carrero estima que dicha atribución no tiene consistencia, pues por comparaciones de obras del escultor valenciano, existe una diferenciación de su tipología como se puede apreciar en la documentada de Nuestra Señora de las Angustias, del Convento Madre de Dios, de Lucena (Córdoba) (1799), o en la Virgen de la Soledad, de una colección particular de Morón de la Frontera, que tiene en la espalda una inscripción indicando que la hizo dicho imaginero. Se puede fijar, desde luego, como obra anónima (siglo XVIII). Sería interesante seguir una pista que da González de León sobre una obra de Blas Molner procedente de la iglesia de San Miguel y que pudiera tener relación con esta imagen. Otra pista es la gaditana, ya que la Virgen del Mayor Dolor (de la hermandad del Cristo de la Buena Muerte) de la iglesia de San Agustín de Cádiz recuerda en todos sus rasgos y mirada a la de nuestra Hermandad, como asimismo son semejantes las manos que posee. Puede que las dos las labrase el mismo escultor, tal vez un escultor italiano.
María Santísima de los Dolores es una imagen de candelero, para vestir, tallada únicamente el rostro y las manos; concebida para atraer hacia ella la devoción del fiel.
La Virgen de los Dolores ahonda en los postulados estéticos del Academicismo sevillano de fines del siglo XVIII: la cabeza de tamaño natural, el rostro aparece frontal y ligeramente inclinado a la derecha, la mirada se dirige hacia lo alto, el óvalo del rostro es redondeado, el semblante lánguido, las carnaciones pálidas con enrojecimiento en los párpados, los ojos de cristal, surcando sus mejillas siete lágrimas representativas de sus dolores, las cejas trazadas como a tiralíneas, la nariz de buen dibujo y modelado como asimismo la boca, ligeramente abierta, en la que asoman dientes tallados de marfil; las manos abiertas y suavemente fiexionadas.
En definitiva, todo obedece al ideal de belleza femenina del momento. El busto está desbastado y a él se une el candelero. Mide 1,59 m de alto. Esta efigie mariana ha sufrido varias restauraciones: en 1926 la retocó José Ordóñez; en 1954 la intervino Narciso Gallego; en 1965 la consolidó, encarnó y policromó Sebastián Santos Rojas y en 1985 la volvió a consolidar José Rodríguez Rivero-Carrera.
CURIOSIDAD
La Hermandad, tomando las debidas precauciones por el mal estado en que se encontraba la imagen de la Santísima Virgen, encargó al escultor D. Sebastián Santos Rojas, una copia exacta realizada por el método de “sacado por puntos”, que serviría para sustituir a la actual en caso de algún accidente, y que se encuentra en nuestra Casa de Hermandad.