El pasado 22 de febrero tuvo lugar la conferencia "Vivencias de la Semana Santa", a cargo de D. José I. Jiménez Esquivias, organizada por la Diputación de Formación.

Los hermanos pudieron disfrutas de las anécdotas y curiosidades recopiladas por el ponente en una charla plena de ambiente cofrade.

A la finalización se mantuvo la tradicional convivencia en el bar de la casa Hermandad, como siempre a beneficio de la Bolsa de Caridad "Jesús de las Penas".

 

  

          

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle». Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

(Lc 9,28-36)

El próximo sábado 23 de febrero a las 21:00 horas, se celebrará en la Parroquia de San Vicente concierto de la Banda del Maestro Tejera, por iniciativa de nuestra Hermandad dentro de la campaña cuaresmal de la Bolsa de Caridad “Jesús de las Penas” y con el objetivo de recoger alimentos y donativos para Cáritas parroquial.

Invitamos a la asistencia mayoritaria de los cofrades de Sevilla y todos nuestros hermanos, acompañados de familiares y amigos, para poder conseguir la mayor ayuda posible para los más necesitados del barrio. Se recogerán alimentos (legumbres, aceite, arroz y pasta) y aportaciones económicas equivalentes.

El programa del concierto será el siguiente:

LAS PENAS DE SAN VICENTE (AUTOR: D. ISMAEL JIMENEZ)
SANTISIMO CRISTO DE LAS SIETE PALABRAS (AUTOR: D.ANTONIO PANTION)
SUBIDA AL CALVARIO (AUTOR: D. DAVID HURTADO)
DESCANSE EN PAZ (AUTOR: D. JAVIER JOSE LOPEZ)
EL CACHORRO (AUTOR: D. PEDRO GAMEZ)
VIRGEN DOLOROSA (AUTOR: D. PEDRO BRAÑA)
MARCHA DE COFRADIA Nº 1 (AUTOR: D. PEDRO BRAÑA)

DIRECTORES D. MANUEL HIDALGO MARTIN Y DON JOSE MANUEL TRISTAN BECERRA

Todos con Caritas Parroquial.

El viernes 22 de Febrero a las 21:00 en la sala capitular de nuestra hermandad y continuando con el ciclo de formación para los hermanos y cualquiera que quiera participar en él, D. Jose Ignacio Jiménez Esquivias nos va a dar una charla con el titulo: Recuerdos y vivencias de la Semana Santa.

 

En la tarde del pasado sábado 16 de febrero nuestro Capataz General, N.H. D. Antonio M. Santiago Muñoz, realizó la Igualá de nuestras cuadrillas de costaleros para el próximo Lunes Santo.

La Junta de Gobierno quiere agradecer muy especialmente  a las 96 personas que acudieron a la cita pidiendo trabajo en nuestras cuadrillas, de las que solo 3 cofrades han logrado entrar en ellas, al ser las únicas vacantes producidas. El Hermano Mayor dio la bienvenida a todos los costaleros, abriendo las puertas de la Hermandad para todos ellos todos los días del año. El capataz, por solicitud de la Bolsa de Caridad, y en representación de las cuadrillas, comprometió el sufragar los gastos de dos cartillas para dar de comer a dos familias todo un año. Gracias a todos ellos

Animamos a estos cofrades que acudieron a la convocatoria de nuestra Hermandad, viniendo no solo desde Sevilla sino de otras localidades andaluzas e incluso de fuera de Andalucia,  a que perseveren en su deseo de trabajar en las cuadrillas de costaleros que portan a nuestras Sagradas Imágenes en la Estación de Penitencia a la S.I. Catedral de Sevilla, deseándoles que el próximo año puedan entrar en dichas cuadrillas.
Así mismo agradecemos a todos aquellos que desde este año no realizarán la Estación de Penitencia como costaleros por motivos de salud los años de entrega, en la certeza de que Nuestros Amantísimos Titulares los ayudarán a superar las dificultades de una enfermedad.

 

Por último, la Junta de Gobierno de esta Hermandad quiere agradecer y reconocer a los cofrades integrantes de nuestras cuadrillas de costaleros, por portar un año más, los pasos con nuestras Sagradas Imágenes en la Estación de Penitencia a la S.I. Catedral.

Esta Hermandad se siente muy orgullosa de tener unas magníficas cuadrillas de costaleros, perfectamente dirigidas por nuestro Capataz General D. Antonio Santiago y sus auxiliares, que para nosotros son el mejor equipo que podrían llevar a nuestros Sagrados Titulares.

¡¡¡ Que Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores os colmen a todos de bendiciones y gracias !!!

Informamos a todos nuestros hermanos del reciente fallecimiento de N.H.D. Gabriel Ramos Ayerbe (q.e.p.d.). La misa de intenciones del próximo lunes 4 de marzo a las 20:00 horas serán por su eterno descanso.

Que el Señor de las Penas y su Bendita Madre María Stma. de los Dolores la acojan en su seno. Descanse en paz

Informamos a todos nuestros hermanos que las intenciones de la misa del próximo lunes 25 de febrero a las 20:00 horas serán por el eterno descanso de N.H.D. Julio Ardana García, en el aniversario de su fallecimiento.

Que el Señor de las Penas y su Bendita Madre María Stma. de los Dolores la acojan en su seno. Descanse en paz

S.S. El Papa Benedicto XVI ofrece esta Cuaresma un escrito sobre la caridad basado en el texto evangélico: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él» (1 Jn 4,16). Reproducimos a continuación la carta de Su Santidad con motivo de la Cuaresma.

 

 

 

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

La celebración de la Cuaresma, en el marco del Año de la fe, nos ofrece una ocasión preciosa para meditar sobre la relación entre fe y caridad: entre creer en Dios, el Dios de Jesucristo, y el amor, que es fruto de la acción del Espíritu Santo y nos guía por un camino de entrega a Dios y a los demás.

1. La fe como respuesta al amor de Dios

En mi primera Encíclica expuse ya algunos elementos para comprender el estrecho vínculo entre estas dos virtudes teologales, la fe y la caridad. Partiendo de la afirmación fundamental del apóstol Juan: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4,16), recordaba que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva... Y puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un “mandamiento”, sino la respuesta al don del amor, con el cual Dios viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1). La fe constituye la adhesión personal ―que incluye todas nuestras facultades― a la revelación del amor gratuito y «apasionado» que Dios tiene por nosotros y que se manifiesta plenamente en Jesucristo. El encuentro con Dios Amor no sólo comprende el corazón, sino también el entendimiento: «El reconocimiento del Dios vivo es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. Sin embargo, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por “concluido” y completado» (ibídem, 17). De aquí deriva para todos los cristianos y, en particular, para los «agentes de la caridad», la necesidad de la fe, del «encuentro con Dios en Cristo que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad» (ib., 31a). El cristiano es una persona conquistada por el amor de Cristo y movido por este amor ―«caritas Christi urget nos» (2 Co 5,14)―, está abierto de modo profundo y concreto al amor al prójimo (cf. ib., 33). Esta actitud nace ante todo de la conciencia de que el Señor nos ama, nos perdona, incluso nos sirve, se inclina a lavar los pies de los apóstoles y se entrega a sí mismo en la cruz para atraer a la humanidad al amor de Dios.

«La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor... La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz ―en el fondo la única― que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar» (ib., 39). Todo esto nos lleva a comprender que la principal actitud característica de los cristianos es precisamente «el amor fundado en la fe y plasmado por ella» (ib., 7).

2. La caridad como vida en la fe

Toda la vida cristiana consiste en responder al amor de Dios. La primera respuesta es precisamente la fe, acoger llenos de estupor y gratitud una inaudita iniciativa divina que nos precede y nos reclama. Y el «sí» de la fe marca el comienzo de una luminosa historia de amistad con el Señor, que llena toda nuestra existencia y le da pleno sentido. Sin embargo, Dios no se contenta con que nosotros aceptemos su amor gratuito. No se limita a amarnos, quiere atraernos hacia sí, transformarnos de un modo tan profundo que podamos decir con san Pablo: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (cf. Ga 2,20).

Cuando dejamos espacio al amor de Dios, nos hace semejantes a él, partícipes de su misma caridad. Abrirnos a su amor significa dejar que él viva en nosotros y nos lleve a amar con él, en él y como él; sólo entonces nuestra fe llega verdaderamente «a actuar por la caridad» (Ga 5,6) y él mora en nosotros (cf. 1 Jn 4,12).

La fe es conocer la verdad y adherirse a ella (cf. 1 Tm 2,4); la caridad es «caminar» en la verdad (cf. Ef 4,15). Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Jn 15,14s). La fe nos hace acoger el mandamiento del Señor y Maestro; la caridad nos da la dicha de ponerlo en práctica (cf. Jn 13,13-17). En la fe somos engendrados como hijos de Dios (cf. Jn 1,12s); la caridad nos hace perseverar concretamente en este vínculo divino y dar el fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5,22). La fe nos lleva a reconocer los dones que el Dios bueno y generoso nos encomienda; la caridad hace que fructifiquen (cf. Mt 25,14-30).

3. El lazo indisoluble entre fe y caridad

A la luz de cuanto hemos dicho, resulta claro que nunca podemos separar, o incluso oponer, fe y caridad. Estas dos virtudes teologales están íntimamente unidas por lo que es equivocado ver en ellas un contraste o una «dialéctica». Por un lado, en efecto, representa una limitación la actitud de quien hace fuerte hincapié en la prioridad y el carácter decisivo de la fe, subestimando y casi despreciando las obras concretas de caridad y reduciéndolas a un humanitarismo genérico. Por otro, sin embargo, también es limitado sostener una supremacía exagerada de la caridad y de su laboriosidad, pensando que las obras puedan sustituir a la fe. Para una vida espiritual sana es necesario rehuir tanto el fideísmo como el activismo moralista.

La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. En la Sagrada Escritura vemos que el celo de los apóstoles en el anuncio del Evangelio que suscita la fe está estrechamente vinculado a la solicitud caritativa respecto al servicio de los pobres (cf. Hch 6,1-4). En la Iglesia, contemplación y acción, simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben coexistir e integrarse (cf. Lc 10,38-42). La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe (cf. Audiencia general 25 abril 2012). A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana. Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo (cf. n. 16). La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre (cf. Caritas in veritate, 8).

En definitiva, todo parte del amor y tiende al amor. Conocemos el amor gratuito de Dios mediante el anuncio del Evangelio. Si lo acogemos con fe, recibimos el primer contacto ―indispensable― con lo divino, capaz de hacernos «enamorar del Amor», para después vivir y crecer en este Amor y comunicarlo con alegría a los demás.

A propósito de la relación entre fe y obras de caridad, unas palabras de la Carta de san Pablo a los Efesios resumen quizá muy bien su correlación: «Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos» (2,8-10). Aquí se percibe que toda la iniciativa salvífica viene de Dios, de su gracia, de su perdón acogido en la fe; pero esta iniciativa, lejos de limitar nuestra libertad y nuestra responsabilidad, más bien hace que sean auténticas y las orienta hacia las obras de la caridad. Éstas no son principalmente fruto del esfuerzo humano, del cual gloriarse, sino que nacen de la fe, brotan de la gracia que Dios concede abundantemente. Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente. La cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna.

4. Prioridad de la fe, primado de la caridad

Como todo don de Dios, fe y caridad se atribuyen a la acción del único Espíritu Santo (cf. 1 Co 13), ese Espíritu que grita en nosotros «¡Abbá, Padre!» (Ga 4,6), y que nos hace decir: «¡Jesús es el Señor!» (1 Co 12,3) y «¡Maranatha!» (1 Co 16,22; Ap 22,20).

La fe, don y respuesta, nos da a conocer la verdad de Cristo como Amor encarnado y crucificado, adhesión plena y perfecta a la voluntad del Padre e infinita misericordia divina para con el prójimo; la fe graba en el corazón y la mente la firme convicción de que precisamente este Amor es la única realidad que vence el mal y la muerte. La fe nos invita a mirar hacia el futuro con la virtud de la esperanza, esperando confiadamente que la victoria del amor de Cristo alcance su plenitud. Por su parte, la caridad nos hace entrar en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo, nos hace adherir de modo personal y existencial a la entrega total y sin reservas de Jesús al Padre y a sus hermanos. Infundiendo en nosotros la caridad, el Espíritu Santo nos hace partícipes de la abnegación propia de Jesús: filial para con Dios y fraterna para con todo hombre (cf. Rm 5,5).

La relación entre estas dos virtudes es análoga a la que existe entre dos sacramentos fundamentales de la Iglesia: el bautismo y la Eucaristía. El bautismo (sacramentum fidei) precede a la Eucaristía (sacramentum caritatis), pero está orientado a ella, que constituye la plenitud del camino cristiano. Análogamente, la fe precede a la

caridad, pero se revela genuina sólo si culmina en ella. Todo parte de la humilde aceptación de la fe («saber que Dios nos ama»), pero debe llegar a la verdad de la caridad («saber amar a Dios y al prójimo»), que permanece para siempre, como cumplimiento de todas las virtudes (cf. 1 Co 13,13).

Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo de cuaresma, durante el cual nos preparamos a celebrar el acontecimiento de la cruz y la resurrección, mediante el cual el amor de Dios redimió al mundo e iluminó la historia, os deseo a todos que viváis este tiempo precioso reavivando la fe en Jesucristo, para entrar en su mismo torrente de amor por el Padre y por cada hermano y hermana que encontramos en nuestra vida. Por esto, elevo mi oración a Dios, a la vez que invoco sobre cada uno y cada comunidad la Bendición del Señor.

Vaticano, 15 de octubre de 2012

BENEDICTUS PP. XVI

 

Informamos a todos nuestros hermanos que se recupera el horario habitual de las misas de los lunes a partir del próximo lunes 3 de septiembre a las 20:30 horas, siendo a las 20:00 horas desde el 17 de septiembre incluido en adelante.

Las intenciones de las próximas misas serán por el eterno descanso de:
-N.H.D. Juan Megía Pérez (3 de Septiembre)
-Nª.Hª.Dª María Paz Sarasúa Heredia (10 de Septiembre)
-Nª.Hª.Dª Milagros Muñoz de Bustillo Palazuelos (17 de Septiembre)
-N.H.D. Julio Jiménez Fernández y D. Juan Rodríguez (24 de Septiembre)
-Nª.Hª.Dª María Aguado Yáñez (1 de Octubre)
-N.H.D. José Luis Retamero Salgueiro (8 de Octubre) 

Con el deseo que el Señor de las Penas y su Bendita Madre de los Dolores nos acompañen durante este nuevo año cofrade, os enviamos un abrazo en Cristo.

Desde la Diputación de Formación se va a intentar, a través de actividades desarrolladas durante todo el año, crear y reforzar los distintos grupos que existen en la Hermandad. Por ello como primera apuesta de creación se va a comenzar a impartir este año catequesis del Sacramento de la Confirmación para todas aquellas personas bautizadas mayores de 14 años, bien sean hermanos, amigos o feligreses de la parroquia.
La inscripción podrá realizarse durante todo el mes de Septiembre entregando la ficha correspondiente en la Casa Hermandad.