Nuestro Padre Jesús de las Penas

La imagen de Nuestro Padre Jesús de las Penas, está realizada en madera de cedro,  de autor desconocido, toda tallada y representa el pasaje de una de sus Caídas, cuando iba camino del Calvario, llevando sobre el hombro izquierdo, la pesada Cruz de nuestros pecados.

La talla, derivada de las creaciones de Roldán, hace gala de una estética barroca más avanzada, más preocupada por acentuar la belleza de rasgos y proporciones que por resaltar aspectos monumentales. Es, por tanto, obra inmediatamente posterior a la irrupción de Roldán en el panorama artístico sevillano. Se circunscribe, pues, al ámbito de los colaboradores y herederos del maestro.

No es efigie procesional sino de retablo, destinada a ocupar una hornacina en el Claustro Principal de lo que fue Convento Casa-Grande del Carmen. De ahí, su carácter marcadamente frontal y decorativo. Es una imagen de talla completa, de bellísimo estofado con rico esgrafiado de oro en relieve en el frente visible de la túnica y sólo dibujado en el dorso, salpicado con pequeños ramos de flores sobre el color grisáceo-azulado de fondo.

En el siglo XVIII, la imagen fue mutilada, al objeto de poderla vestir. Con tal motivo, hicieron desaparecer los pliegues tallados del cuello, tórax y mangas de la vestidura, y le fue seccionado el brazo derecho. Solamente se aprecia el pie derecho al tener atrasada esta pierna, el izquierdo no se pormenoriza por caer bajo la túnica. Es quizás la escultura que mejor representa la caída de Cristo en tierra, o mejor aún, el momento previo a la caída total, en un concepto esencialmente dinámico de movimiento inestable.

La talla, derivada de las creaciones de Roldán, hace gala de una estética barroca más avanzada, más preocupada por acentuar la belleza de rasgos y proporciones que por resaltar aspectos monumentales. Es, por tanto, obra inmediatamente posterior a la irrupción de Roldán en el panorama artístico sevillano. Se circunscribe, pues, al ámbito de los colaboradores y herederos del maestro.

No es efigie procesional sino de retablo, destinada a ocupar una hornacina en el Claustro Principal de lo que fue Convento Casa-Grande del Carmen. De ahí, su carácter marcadamente frontal y decorativo. Es una imagen de talla completa, de bellísimo estofado con rico esgrafiado de oro en relieve en el frente visible de la túnica y sólo dibujado en el dorso, salpicado con pequeños ramos de flores sobre el color grisáceo-azulado de fondo. En el siglo XVIII, la imagen fue mutilada, al objeto de poderla vestir. Con tal motivo, hicieron desaparecer los pliegues tallados del cuello, tórax y mangas de la vestidura, y le fue seccionado el brazo derecho. Solamente se aprecia el pie derecho al tener atrasada esta pierna, el izquierdo no se pormenoriza por caer bajo la túnica. Es quizás la escultura que mejor representa la caída de Cristo en tierra, o mejor aún, el momento previo a la caída total, en un concepto esencialmente dinámico de movimiento inestable.

La espléndida cabeza, con la corona de espinas tallada en bloque al gusto de la primera mitad del siglo XVII, gira angustiosamente hacia la derecha. El pelo se resuelve con suaves surcos y guedejas a ambos lados del rostro, la barba es bífida. A su rostro, de cuidadas facciones, aflora una pena honda, lacerante, resignada; su mirada es serena y expresiva, dulce y angustiada a la vez. Este Nazareno, al parecer, representa la Primera Caída en tierra. Cristo, a pesar de su talante doliente y angustiado, aún posee la entereza física necesaria para continuar su camino hacia el Calvario.

Bernales Ballesteros apunta una posible inspiración en un grabado veneciano, dada la figuración doliente de Jesús caído con tres puntos de apoyo y la composición frontal. La mano derecha se apoya en el suelo y la izquierda aguanta la Cruz que carga sobre sus hombros. Puede estar inspirado también, pero más lejanamente, en el famoso cuadro de Rafael Sanzio titulado El Pasmo de Sicilia. Esta imagen, cerrado el Convento del Carmen en 1868, se trasladó en 1870 a la Parroquia de San Vicente, colocándose en un altar a los pies de la nave de la Epístola.

Sus volúmenes son bien contorneados; rostro expresivo, ojos cristalinos, que se encuentran en la actualidad pintados, y afiladas aristas en el rostro y cabellera. Sobre su cabeza lleva las tres Potencias, símbolo de su Divinidad.

Para la salida procesional y cultos en su honor, cruz rectangular de carey con incrustaciones de plata que forma un dibujo romboidal, ejecutada en el mismo siglo de la Imagen

Rafael Barbero Medina realizó una espléndida restauración en 1980. Resanó ensambles, repuso espinas perdidas, encarnó la nariz y limpió la frente y pabellones auditivos.

CURIOSIDAD

Desde el punto de vista artístico, mide 1,34 metros desde la cabeza al talón.

Su mano derecha se apoya en el suelo en un intento de levantarse.  La cabeza la tiene vuelta hacia este mismo lado, con la mirada fija al frente y con corona de espinas tallada en la misma pieza de la escultura, abrazando la Cruz con la mano izquierda.

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